Björn Koreman tiene talento, es rápido y está listo para correr

Se trata de disfrutar de lo que haces.
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Björn Koreman flies through the air running through his training camp in Seefeld, Austria. foodspring

Björn Koreman insistió en recoger al fotógrafo en el aeropuerto de Innsbruck. Había estado allí cien veces y tenía coche, así que no sería ningún problema. Por supuesto, nadie iba a permitir que Koreman asumiera el rol de conductor de Uber. Al fin y al cabo, es un maratonista profesional y la próxima gran esperanza de Holanda para ganar títulos mundiales y medallas olímpicas en carreras de larga distancia. Pero este fue un primer acercamiento al código del sistema operativo de Koreman. Lo que uno encuentra en él no es bravuconería, carisma tóxico ni una intensa seguridad en sí mismo que suele caracterizar a tantos deportistas profesionales.

Es una actitud tranquila.

Koreman es así: tranquilo.

Esta actitud se puso de manifiesto aquella mañana en la pista de entrenamiento de Seefeld en el Tirol (Austria). La pista de entrenamiento no se parecía a lo que yo esperaba. Los entrenamientos de pista son carreras alrededor de un pequeño lago con senderos llenos de aficionados a la ornitología y jubilados austriacos paseando al perro. El sendero que recorre Koreman se extiende a través de caminos de grava en la ladera de la montaña, donde no es raro ver alpacas paseando. Koreman viene a Seefeld para entrenar unas cuatro veces al año, y es fácil entender por qué. Los caminos no están pavimentados y el suelo bajo tus pies es menos perjudicial para el cuerpo, las pendientes empinadas le permiten practicar carreras en cuestas de vez en cuando para equilibrar su estricta rutina de entrenamiento de fuerza, sin mencionar los beneficios que tiene el entrenamiento en altitud, ya que se encuentra a 1180 metros sobre el nivel del mar. También conoce todos los lugares menos conocidos, como el embalse en la cima de la montaña hasta el que corre ocasionalmente. Estamos en un lugar idílico, claro. Y precioso, faltaría más. Pero nadie diría que este lugar es excitante, aunque, evidentemente, esto no es un problema. «Nunca me aburro», sostiene Koreman; «cuanto más corro, más feliz soy», añade.

Al día siguiente estábamos subiendo una montaña, uno al lado del otro. Para ser más exactos, Koreman corría y yo iba en bicicleta, y probablemente sea más adecuado decir que estábamos trabajando a la misma intensidad. Incluso corriendo por la ladera, contestando decenas de preguntas sobre su vida, su motivación, sus esperanzas y sueños, era capaz de charlar como si estuviéramos paseando por el parque.

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Lo primero que hay que mencionar es el ritmo de Koreman. Es algo increíble. «La primera carrera que hice fue de 5 km; estaba visitando a mis padres y mi padre estaba planeando correr una carrera de 10 km al día siguiente» dice. «Decidí correr los 5 km por diversión. Sin practicar y sin entrenar. Terminé en 20 minutos y 33 segundos». Si necesitas un poco de contexto para entender cómo de rápido impulsa Koreman su cuerpo a través del espacio, su ritmo de maratón es de 3:05 minutos por kilómetro, mientras que el del corredor de maratón masculino promedio es de aproximadamente 6:43 minutos por kilómetro.

Le van los números. Es difícil ser maratonista y que no te vayan los números. Pero no es la clave del asunto. Ni por asomo. La verdad es que le encantaba correr, así de simple. «Es lo que más me gusta hacer del mundo», me dice Koreman. Escuchar a alguien hablar sobre su pasión con pura alegría te atrapa.

Koreman está acostumbrado a la dinámica de la carrera a pie y en bicicleta, ya que normalmente tiene a alguien pedaleando a su lado, por si necesita ayuda. Esta fue una nueva experiencia para mí. El movimiento, el sonido de los pies golpeando la grava, el viento moviendo las hojas, los neumáticos de la bicicleta rodando… Fue como meditar. En unos instantes, comprendí el poder de su proceso, su realidad, y por primera vez en mi vida me sentí completamente impresionado por alguien. Fue entonces, al escuchar la trayectoria de su capacidad deportiva mientras presenciaba su cima, cuando por fin creí algo que me habían dicho desde que era un niño: puedo lograr cualquier cosa que me proponga.

Para empezar, la mayoría de los aspirantes a los Juegos Olímpicos no empiezan siendo fumadores empedernidos a los veinte años. «Nunca planeé ser corredor profesional», dice Koreman. Jugó al balonmano en una liga de clubs con amigos durante años, pero le gustaba más fumar y beber que cuidar su cuerpo. Durante su infancia en Raamsdonksveer, al otro lado del río Hollands Diep de Rotterdam, Koreman pasaba tiempo al aire libre con su familia, pero en su juventud eso quedó en segundo plano frente a otras actividades más sociales. Esos primeros 5 km lo pusieron todo en marcha. No hubo nada destacable en su inscripción en esa primera carrera. Ningún amigo lo engatusó para que corriera. Su padre no lo presionó al correr esos 10 km. Simplemente lo hizo. Sin entrenamiento y sin disciplina: 20:33. Seis meses más tarde, volvió a correr esa distancia después de haberse preparado mínimamente con tres carreras de entrenamiento, lo que le permitió recortar su tiempo 1 minuto. Sus amigos empezaron a animarlo a ver lo que podría lograr con un poco más de entrenamiento: aquí es cuando las cosas se pusieron interesantes. Dejó de beber y de fumar, y comenzó a correr.

«Solo quería ser la mejor versión de mí mismo», explica Koreman. «Pero ahora lo hago con objetivos [de correr una maratón] que me ayudan a esforzarme más». Pedaleo un poco más rápido para mantener el ritmo, él me mira y se ríe: «Ahora, me estoy esforzando al máximo».

La historia de su segundo maratón es aún más curiosa. Después de que se cancelara por el covid un maratón planificado con amigos, Koreman buscó una carrera que pudiera correr él solo. Terminó en Viena en 2020 corriendo con unos cuantos austriacos que conoció en la Expo. Estaban debatiendo si querían intentar obtener el estándar olímpico (así es cómo los corredores serios llaman al tiempo de clasificación necesario para entrar en el equipo olímpico). Koreman dijo que, decidieran lo que decidieran hacer, él se apuntaría. Así que cuando los demás corredores decidieron ir a por ello, allí estaba él, corriendo a su lado, como si intentar obtener el estándar olímpico fuera de lo más normal. Sus nuevos amigos se retiraron a los 27 km y Koreman terminó solo los últimos 15 km. En lugar de desanimarse, siguió adelante, cruzó la línea de meta solo y atrajo la atención de todo el mundo, literalmente. Una semana después de cruzar la línea de meta lo llamó el NN Running Team.

Entrar en el NN Running Team fue un sueño. Koreman había sido fan durante mucho tiempo del legendario corredor de distancia keniano Eliud Kipchoge, el primer hombre en correr una maratón en menos de 2 horas. Ahora Koreman y Kipchoge entrenan juntos. En el mismo equipo. Mientras Koreman se entrena a fondo para clasificarse para los Juegos Olímpicos de París 2024, va a animar a Kipchoge, que este año vuelve al maratón de Berlín, el 25 de septiembre, en busca de un nuevo récord mundial.

Actualmente, el entrenamiento de Koreman no es tan específico. Está previsto que realice unas 10 sesiones de entrenamiento a la semana, en las que recorrerá unos 200 km. Es una mezcla de trabajo de velocidad en la pista, carreras de montaña para hacer fondo, carreras en carretera para la resistencia, tiempo de gimnasio para la fuerza y un par de horas a la semana dedicadas a la recuperación. Su entrenador, Bram Wassenaar ha elaborado un calendario que lleva a Koreman al límite sin quitarle la diversión al deporte, toda una sentencia de muerte para muchos jóvenes corredores prometedores. Lo que Wassenaar ha estado haciendo durante los últimos seis años está funcionando. Koreman tiene el título de quinto maratonista holandés más rápido, ya que llegó a la meta en el Maratón de Róterdam en 2:10.32. Su velocidad es, sencillamente, legendaria.

***

Empieza a llover. Me vuelvo hacia Koreman, un poco sin aliento y con barro salpicándome la espalda por la rueda de la bicicleta. «Corres con lluvia, ¿verdad?», pregunto, pensando ingenuamente que podría ser hora de refugiarnos. Él se limita a reír. «¡Claro!», dice, y su sonrisa característica le ilumina el rostro. «Aquí nunca se sabe qué tiempo va a hacer». Y seguimos adelante. Debería habérmelo esperado de un hombre que tiene una zancada de 1,70 metros a ritmo de carrera (como referencia, yo mido 1,58 metros) y que parece volar por el aire cuando hace ejercicios técnicos. Podría quejarse de la lluvia si quisiera, pero prefiere disfrutarla. «Me encanta correr» reitera por décima vez en una hora. Y a medida que aumenta la lluvia, algo empieza a hacerme clic en la cabeza. Entiendo por qué lo hace.

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El poder de encontrar lo que uno ama, incluso a una edad avanzada —no corrió su primer maratón hasta los 29 años—, es algo que tiene mucha fuerza. Pero él se dio a sí mismo esta oportunidad. Construyó el futuro que quería y sigue entrenando para alcanzarlo. En particular, come igual que entrena: entregado y con una sonrisa. Koreman empieza cada día con 4 pequeños bocadillos, toma 20 g de proteína en cada comida (excepto en el desayuno), ingiere unas 4000-5000 calorías al día y unas 18 rebanadas de pan. Koreman ha alcanzado su nivel de madurez. Ha desbloqueado su adrenalina y su potencial puro y sin explotar dando prioridad a su cuerpo.

Saber y hacer son dos cosas diferentes. Sabía que la carrera era de unos 15 km, así que me había llenado los bolsillos con algunas de las barritas de proteína favoritas de Koreman (chocolate blanco extra). Cuando llegamos a nuestro punto de partida para el enfriamiento, rápidamente hizo unos cuantos estiramientos de la cintilla iliotibial antes de quitarse las zapatillas y meterse en el agua helada del manantial, justo al lado del hotel. Le pasé una barrita mientras observaba pacientemente la cuenta atrás de cinco minutos en el temporizador con las piernas completamente sumergidas en agua bajo cero, disfrutando plenamente del momento. Hacer lo que mejor sabe hacer: comprometerse plenamente con su entrenamiento, disfrutando del paseo, el paisaje y su barrita de proteínas. Finalmente le pregunté algo que había estado pensando: ¿qué pasa cuando se pierde? Koreman es famoso por no correr con nada más aparte de su reloj deportivo. Me miró como si le hubiera preguntado por qué el cielo es azul. «Sigo corriendo».

Como dije: tranquilo.

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